miércoles, 30 de mayo de 2012

Las grandes historias no necesitan a ningún príncipe engalanado, ni a ninguna princesa de cartón. No se puede venir así de serie. Lo realmente increíble es que siendo una persona más dentro de los millones que pisamos la misma tierra, un leve gesto de otra persona concreta nos haga sentir por encima de todo. Y todo ésto nos lleva sin saberlo a la vuelta de la esquina. Es como una gran receta, en la que todos los ingredientes tienen su significado, pero sin la idea de que plato quieres cocinar, por mucho ingrediente que tengas nada puedes hacer.

Dentro de este mundo hay una serie de leyes universales, mecanismos imparables que por mucho que nos neguemos a verlos siempre van a estar ahí. Tenemos que aprender a convivir bajo su imponente dictado. Sin embargo, no hay nada más fuerte que la voluntad, esa misma que surge cuando quieres batallar hasta contra lo más intocable de todo. A modo de secreto que se me desveló, comprendí que sí, que desgraciadamente estos mandatos supremos nos iban a tener siempre acotados, pero siempre podíamos montar un mundo a nuestra manera, un tinglado con luces que no sean las de la mañana, con horas que duren más de 60 minutos y con una nueva de ley de la gravedad que no nos atrayese al suelo, si no que nos llevase directamente a los brazos del otro. Claro, puede sonar a paranoias locas que arremeten sin parar, y también claro que suena de puta madre.

También se me ocurre inyectar a este nuevo chiringuito que sólo importe el presente, ya que cuando nos metemos dentro de él deja de tener sentido tanto el futuro como el pasado, permaneciendo únicamente esa mirada, ese roce, ese mínimo gesto que otra vez más, sea para todo el mundo insignificante cobre para nosotros el mayor de los valores.

Y el lugar de donde montar todo ésto es indiferente: podemos hacer un desierto en el polo, podemos vaciar de agua Venecia, podemos bañarnos en cualquier fuente romana, en una casita en mitad de cientos de rascacielos o hasta en el sofá de tu portal. El lugar no es más que un pequeño ingrediente que acompaña a este gran descosido.

Este plato lleva tu nombre, este mundo está construído bajo tus brazos y la única ley universal que nos rige es el no desistir nunca de vivir dentro de un sueño, esta gran casualidad que el universo ha conspirado para construir.

sábado, 12 de mayo de 2012


Buscas a alguien y cuando no crees que lo encuentras siempre te pegas de bruces con ella. Buscando lo que quiero, averiguando a mi Manera. Sería absurdo o incluso despreciable no darse cuenta de ello. Siempre, cuando más perdido me hallo dentro de mi norte, dentro de esta maleza que todo el mundo piensa que es pura locura pero que yo me chupo la punta del dedo y espero adivinar el puro nivel de esta temperatura.
Parece que no encuentro agarradero en esta ausencia, sé que no es mucho pedir, pero dime que no te separarás de mí, ni dejarás mi corazón y sus cunetas sin ninguna latencia. Es lo preocupante, que mi impulso embustero pueda nublar la más sincera verdad, esa de no dejar en pie ninguna bandera que no sea la que lleve nuestras caras posando sonriendo. Siempre he guardado toda la esencia bajo siete llaves progresivas, previas a las cuales, tienes que dejarme en bolas con toda la mayoría más lejos cada día ocupándose de sus cosas. Hace tanto que te esperaba que había perdido toda la conciencia, puede que si no te veo, al menos te pido, sé que no es mucho pedir, sólo una caricia, un abrazo puro, con los brazos gigantes. Un poquito de samba para este minero que a falta de sutileza le apetece entrar en tu agujero. Ardo, ardo y ardo, dentro de mí, formo una fogata, motivos principales: sobar el viento y desgastarlo de la vía. Y lo mejor es que estos motivos principales no sólo le cobran factura a él, si no que al soplar sin parar, quiero que vuelvas, el viento viene y va, con la respuesta entre cada soplido, te salpica a ti. Cero ideologías, pellizcar a la provocación que se desnuda frente a mí con cero remilgos, que me hace acumular saliva para flotar y dejarme que me engulla la deriva. Mucho pájaro desorientado seré, suplicio de pensar que algo ha cambiado entre la tierra y el cielo, que yo, desgraciadamente me he encargado de empañar a brochazos bruscos y disonantes. Ni hago cábalas de superstición ni galopo como pollo sin cabeza, solo busco calar sin ensombrecer, doblarme los nudillos dejando que la balanza caiga de mi lado. Plato sobrante de miradas a las que me he encargado de mirarlas como las coso con sueños cuando empiezan a querer, pero no empiezo a comprender que vienes tras de mí, no queda casi nada y sin embargo todo por hacer. Quiero volver siempre con las manos muy llenas de surcar maldecidas despedidas de ésto que nadie podrá romper. Mi filo huele a ti, todo un camino de querer que tenga vuelta atrás, bajar el telón esperando que el actor principal ya haya salido a bailar. Que por mí está bien, para ti la cara y para mí los pies, pero sobretodo no quiero ninguna máquina oxidada en el arden ni vaivenes que se conviertan en un por qué. Siempre me han parecido tan grandes las palabras locuras de decir te quiero, pero ahora son tan pequeñas a lo que siento… es un verdadero insulto a todo lo que me pasa ahora partiendo del primer momento que te besé por mi cabeza. Si me pierdo dime donde salgo, y sobre todo no pares de hacerme de guía por estos caminos que creía utopías.