miércoles, 29 de agosto de 2012


Sabes, mi abuela de pequeño, me regaló un libro de "Buscando a Wally" con unos cuantas dobles páginas en las que buscar al marinerito Lo encontré por todos los lados: aeropuertos, centros comerciales, playas, discoteca, sin embargo no lo encontré en la inmensidad de la ciudad. Nunca.

Te preguntarás ahora a cuento de qué me cuenta ésto ahora, pero todo tiene un por qué. Sabía lo que tenía que buscar: la camiseta a rayas rojas y blancas el gorro con la pelucha en la punta y sus pantalones rojos. Pero aún así ni rastro de él hasta que yo por mi cuenta, cogiendo el toro por los cuernos, compré otra nueva edición de ese libro.

Yendo directo a esas dos páginas me puse a buscar al intrépido de Wally otra vez más, pero esta vez todo fue distinto, lo vi al primer golpe de mirada, ahí, al lado de esa biblioteca, como esperando ser visto y recogido. Me levanté de mi silla emocionado. He encontrado a Wally grité, y ahora, cada vez que abro el libro sé perfectamente donde está.

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