sábado, 12 de marzo de 2011

Clin, clin, ¿podemos conseguir que los kilómetros sean la mejor excusa para disfrutar de ti?

Conversaciones que han sacado brillo a destellos olvidados, a calambres que solo me brotan cuando estoy a tu lado, deseos descalabrados que empujan al paraíso de tu cintura. El leve gesto de que se nos caiga la ropa, que mi corazón palpite y que mis caricias no se escondan, saltando los dos juntitos a la calle, largarnos a París con tan solo lo puesto, rodearme por tu pelo, y echar de menos tu baile cuando no quiero que esto pare.

Propongo doblar el minutero del reloj, para que nunca se nos acabe la noche, ver tu cuerpo siempre reflejado en mi espejo mientra me cantan un te quiero. Que no nos avise el sol mañanero, que vigiles mi sueño, llevarme a cualquier azotea lejana, y esperar a que llegue la mañana cuando más llueve sin que nos importe que el mundo entonces duerme. Escupiendo dinamita, reptando madrugadas que me llevan a catapultar 3000 alboradas, que nunca me dejarán ya derrotado en el bar de siempre donde yo siempre era cualquier garrafón barato, y tu la niña que jamás había roto un plato. Soplar de la mano velas de un puñado de cumpleaños, recopilando nuevos recuerdos que habremos cazado, el viento a nuestro favor, viajar de aquí a allá, disfrutando siempre de tu sabor en cualquier playa en cualquier montaña helada donde por mucho frío que haga siempre me darás la calor. El azul de cielo nos dará la razón, las acciones de nuestro corazón va a cotizar a la alta porque nuestros orgasmos jamás se van a calar en tu colchón, recolectando una única e increíble colección que será la erección de nuestros sentimientos.

Voy a ser siempre tu medicina, en cualquier esquina en las que siempre te dejaré colgada una rosa para que nunca estés sola.

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