domingo, 29 de mayo de 2011

Y otra vez.... pfff. Pasó el otoño, con el inverno y del tirón la primavera también agonizaba. Mi vida cada vez se hundía más entre flores marchitadas, mi corazón ya no sabía buscarse la vida y yo con un número de teléfono tatuado en mi alma que siempre quedaba el último dígito por marcar, porque no había tenido las cosas en su sitio de hacer la llamada a aquella chica que me sacó de montones de arena. Pero tengo miedo que al preguntarle si se acuerda de mi, que si me añora, me diga lo que no quiero oír. Y entonces aquí, sigue lloviendo.

Vivir del pasado, soñar cada noche con lo vivido, despertarme a mitad de la noche, asomándome al pasillo a ver si ella está ahí. Locura indefinida, por no poder tener el valor que le sobró a aquella noche, más dame más.
Pero una mañana, por fin, me desperté decidido. Las olas habían roto a mi lado y eso me ayudó a dejar de andar para atrás como un cangrejo, para lavarme la cara, mirarme al espejo y fijarme en mis labios que quieres ya decir el mejor de los te quieros.

Móvil, cartera, llaves de casa y pintalabios. Todo al bolsillo. Otra vez iba a refugiarme en la barra de un bar a deshora. Otra vez, la ciudad era la que me iba a ver desde arriba, viendo como me hundo sin poder resurgir un día tras otro. Mi bar de siempre, el camarero que me ayuda a matar al tiempo, me sirve mi whisky de siempre que hace que la realidad que necesito este un poco más difusa y me confunda con reflejos a contraluz.

Borracho como siempre, tirado en el bordillo de enfrente del bar, con la misma posición que adopté en la playa aquella noche de julio. Dulce madrugada, que desde mi ebriedad me hizo sacar el pintalabios del bolsillo, dibujarme la sonrisa que ella me hizo y marcar, por fin su número en mi móvil.

Todo se me estaba pasando por la cabeza en esos momentos, menos lo que realmente pasó: Información, el número al que usted llama no existe. Maldito mensaje telefónico que me había dejado helado. Definitivamente la había perdido. Ahora dudaba hasta de si eso era un número de teléfono y no era el código de venta del pintalabios o que ostias puede ser. Voy perdidito, en este momento ya sin norte, y encima las jodidas agujas del reloj se movían demasiado despacio.

Llorando me puse a arrancar flores de al lado de una fuente. Los pocos participantes de esa noche me miraban raro, debían de pensar que era un loco. Hice un ramo elegante a mi parecer desde la frustración de un cuerpo que vive solitario en medio de una cruda pesadilla y sin encontrar salida ni esa despedida que no tuve.

Sé que al destino iba a tener que engañar, si no no iba a poder ganar. Así que además del ramo de flores, cogí montones de tierra, cuatro piedras, lo esparcí por un plaza, e hice mi playa debajo de las farolas, sin agua, sin peces, y sin caracolas. Pero estaba evacuando de la que ésto me estaba suponiendo. Me volví a sentar con los pies mojados después de chapotear un poco en la fuente. Rememorando esa noche. Cuando de repente, mi móvil suena al ser las doce. Una alarma, que yo juraría que no había puesto. Acto seguido una llamada desconocida continuó con la vibración de mi móvil. Con temor respondí.

-¿Quién es?-pregunté nervioso.
-¿Estás a solas no? Porque desde el fondo de la calle no consigo ver que halla nadie más contigo.-dijo una voz que me resultaba familiar.

Me levanté de un salto, me puse de puntillas y no conseguía ver nada. La alarma volvió a sonar 10 minutos después. Y cuando acabó otra vez la llamada del número desconocido. Ahora la otra voz habló antes:

-¿Has tardado nueve meses en hacerlo? ¿Qué pasa que has sido como una mamá, que quiere que su hijo no sea prematuro, sea perfecto?-dijo esa voz.
-Mi alma ya no se desenamora, ha pasado la barrera de lo vivido, para mutilarse sin sentido. Llevo colocando las aceras para ésto. Pero el ser un tío cobarde me ha llevado a no actuar.- le dije sabiendo quien era ya la otra voz.
-Pues si tu alma no se desenamora, levántate, esta vez si que te extienda mi mano, y ven en 15 minutos.-Contestó Blanca.

Y colgó. 15 minutos, sí, pero, ¡¿dónde tenía que ir?! Indeciso, loco perdido, sin tiempo ni para pedir un deseo, casi ni para respirar, mi cerebro empieza a echar humo con miles de lugares en los que podría estar. 15 minutos, no debería de ser muy lejos de aquí, pero hace un frío que pela, y no puedo decirle que estoy aquí.

La etiqueta de su pañuelo, que solía ponerme cuando tenía dolor de garganta me estaba aprisionando el cuello, me estaban saliendo rozaduras, así que me lo quité. Iba a arrancar la etiqueta cuando me fije a ver que ponía en ella, como si algo me estuviese empujando a volver a fijarme en los pequeños detalles. 100% poliester, y en la otra parte, ponía, Modas Fénix, Calle Costa del Sol, número 7.

Corrí hacia la marquesina mas cercana para ver el mapa de la ciudad, donde estaba esa calle. Como intuía, estaba a unos 10 minutos corriendo de donde yo estaba. Encajaba en mis sospechas...

Como si hubiese ido allí en más ocasiones por como de directo y como conocía el camino, vi ya el toldo que anunciaba Modas Fénix, y un par de zapatos. Llegué y vi que la dueña de los zapatos estaba sentada en el borde del escaparate.

-Increíble, perfecto. Me has encontrado. -dijo Blanca incorporándose.
-Sí, el pañuelo que me dejaste, el cual lo llevo siempre, me ha ayudado mucho.- dije todavía exhausto.
-Sin duda, el destino nos ha hecho volver a unirnos. Tus ganas, deseo por volver a verme te ha traído aquí. No sería justo que yo te dijese que no he esperado que llegase este momento. No había día que no lo pensase. -exclamó Blanca.
-Blanca, no ha dejado de salir sangre de esta herida. No podía dejar de pensar que te había dejado marchar, mi alma desde que no estás sólo puede recordar esas pocas horas, la noche entera, que estuve a tu vera. Un deseo de un verano juntos de la mano, me ha hecho pasar todas estas noches fuera. A patadas con la primavera he llegado aquí, con el miedo de que nunca te viera.-le conté emocionado.

Nos quedamos mirándonos a los ojos. Estaba comenzando a llover. Nos abrazamos, nos besamos y me dijo:

-Ahora sé que te quiero, prométeme que nos vamos a comer el mundo entero, haciendo que cada día sea uno nuevo.
-Te lo prometo. Esta vez no me quedaré dormido para no poderte ver cuando el sol desde detrás tuya y baña todo tu cuerpo con sus rayos. Eso es la verdad. Ni adiós muy buenas, ni nada así. Con ese pintalabios, no sólo me dibujaste una sonrisa, me has marcado el camino a seguir, en el que sabía que nunca te iba a despedir.- le respondí.

Nos agarramos de la mano, y nos fuimos de esa tienda. Habíamos renacido de nuestras cenizas como, el nombre de la tienda, como el fénix que cuando parece que está muerto vuelve a nacer. Ahora, nada ni nadie podía separarnos.

Amanecía ya de una vez, con un sol verdadero de escuchar tu te quiero.

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