miércoles, 15 de febrero de 2012

¿Cuántas veces pensé en dejar de pensar y a arrancar para poder respirar? Mírame y dime si esta es la cara que ver, dime si cada paso que doy también haga que despierten conmigo tus pies. Supongo que te atolondra mirar el sol mientras imaginas que estás a mi lado, arrancando toda la mala hierba de nuestro tiesto rebosante de tierra intentando ser la niña más buena que sale de la trena dejando de lado el compás sinuoso de la faena.

Intentas hacerme reír antes de que despierte el alba, sin andarse por las ramas si no es necesario, gestos acompasados de solfeo rítmico que se empeñan a describir por mi cuerpo tus dedos. Canciones que escupes como restos de tu vida, con rabia a flor de piel más digna de un jabalí herido que de nadie que ha sido cazado por Cupido. Tropiezas sin voz sobre mi mástil que escupe hacia el cielo sin dar ni un paso atrás, resbalar por lo duro de su madera sin escuchar que yo te diga lo que está bien o lo que está mal.

Sin embargo a mí ya no me importa despojarme de todo, de los anzuelos que arrastrabas y nunca pudieron, construyendo sin saberlo una alforja llena de agujeros que se encargan de dejar tus sueños bien pequeños. Construyendo un reloj donde me inspira más mi imaginación que cualquier vela puesta que pongas en el rincón de mi maleza. Inspiración que ya no me habla, chapando las mirillas de todos los ojos que siempre me quisieron mirar.

No lo sabes, pero no nos vamos a ver otra vez, plenamente por mi culpa, jamás regaré más tu florero primaveral y todo se va con un cansino caminar que se despide sin decir adiós, dejándote desamparada mientras juego al escondite con mi corazón y no dejo para ti nada. Geta en cada paso de mis pies, consciente de vivir el presente y no el que vendrá después.

He arrancado tu pellejo, lo he lanzado bien lejos, dejando desnuda tu piel con un tiro a sangre fría directo a la sien.

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