lunes, 14 de febrero de 2011

Biff, Biff. ¿Tienes la certeza de creer que entre 6.972.688.217 de personas que vivimos en el planeta encontrarás a la persona de tus sueños? Yo la había perdido hasta que un día, todo cambió de repente.

Me despiertan las rendijas de la ventana mientras el sol les va toca el picaporte. Echo mis pies al suelo y caen en las zapatillas directamente. Parece que el día me sonríe desde su esquina. Desayuno y todas esas cosas típicas que se hacen antes de salir de casa, acicalando mi mirada por cualquier cosa que pueda pasar. 14 de febrero, San Valentín. Perfecto, mi bus justo a tiempo como siempre. 8.35, mirada entre los asientos buscando un asiento vacío en el que pueda tirar mis huesos. Al fondo, uno me está llamando a gritos. Deposito mi soledad en su tejido y dejo que la música me adentre y me lleve volando a otra dimensión. Parada tras parada, cuerpos errantes van entrando y saliendo sin más, rostros ausentes que quieren escapar de que todo el mundo te mire de arriba a abajo. Y de repente en la última parada antes de que yo baje, entra ella, saca su bonobus con dulzura y repite el mismo proceso que yo seguí, pero en esta ocasión todos los asientos estaban ocupados. Yo, no podía dejar de mirarla, ella no era otro jinete más de este amasijo de hierros, me levanto cediéndole mi huequecito porque mi trayecto se acaba. Sabía que jamás volvería a verla. Pero el día nos ha puesto frente con frente y nos depara una sorpresa rodeada de gente.

No sé a donde iría a parar su mundo esa mañana, sólo sé que después de una mañana de clase premeditada y unas carcajadas justificadas por amigos de extrarradio, vuelvo a sacar mi cartera para entrar otra vez al bus. 14.51. Enésima repetición del proceso de búsqueda asidua de butacón del cual contemplaría la película de la vuelta a casa. Película a medías en la cual faltaba el argumento, la emoción de tener a la mejor actriz de reparto compartiendo escena conmigo pero como ya he dicho, sabía que jamás volvería a verla. Piso mi cueva de nuevo sin otra cosa que me importe que hacer una entrevista a esas 6.972.688.216 que quedan en el mundo o de lograr el imposible de coger por los huevos al destino y hacer que me ponga enfrente de ella otra vez más.

Me paso la noche en vela dibujando por primera vez un rostro en mi imaginación tan nítido como si fuese un espejo. Una cara que me estaba percutiendo el corazón a ritmo acelerado desde ese horario matutino. No te conozco, pero desde que te he visto parece que llevo toda la vida respirándote en el alma, y que tú me vas a impulsar a sonreír. Plácidamente por propia resignación caigo dormido sabiendo que mañana será un nuevo día en el que todo va a pasar. Porque mi San Valentín van a ser los 365 días del año en los que voy a mostrar lo que hoy en mí se ha despertado hacia ti.

¿Habrá sido un sueño? ¿Todavía estaría durmiendo a esas horas? ¿Sería realmente un día de tormenta donde todo eran sombras?

Cazador de sueños
transeúnte del destino,
esbozaré caricias cada madrugada
que se reflejarán en tu mirada.

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