martes, 14 de diciembre de 2010

Crash, oyes eso en tu interior de repente, gracias a una respuesta, a una mirada, a un gesto inocente que aparece de entre las sábanas de tu cama para agarrase a tu cuello, jugar con tu pelo sabiendo que eso simplemente va a ser un dejavu infinito, porque todo ahora es humo.

Humo de sus cigarrillos apoyados en el cenicero de una taberna del s.XVIII, donde bebes la mejor cerveza del barril más antiguo del antro, catas un poco de vino de esos que pintan como denominación de origen y que solamente sirven para juguetear con tu lengua cuando lo vas tragando.

Toda una puta tarde de nanas de carrito, de ser el chico malo del grupo, de recorrer avenidas llenas de gente y sentirte solo, deteniéndote sólo en un momento, en el que te das cuenta de que todo vale cuando te has fijado en esa otra persona, esa otra llanera solitaria, que va a saldar la deuda de tu corazón, buscando sus broncas cuando sabes que estás siendo el tipo más calibrado del mundo, el personaje más desdibujado de cómic, la píldora del día de después que se encarga de acicalar tu sonrisa.

La acción continua, recorres caminos donde la tierra es la mejor amiga de viaje, teniendo un rally con los árboles, a ver quien es el pistolero más rápido, el que más rápido acciona el embrague para cambiar de marchas y quererte estrellar contra una roca irrevocable para despertar del sueño de atar cordones a las 3 de la madrugada, dar volteretas en tu cama acercándote a su cuerpo desnudo que juega con tu pelo, sabiendo que eso siemplemente, fue, es y seguirá siendo, un dejavu infinito.

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