viernes, 24 de diciembre de 2010

Ñeeec, Ñeeec... rugen los muelles de tu colchón, cuando ahora, soy yo el que me levanto, levanto la mano y me marcho.

Una despedida amarga, un cañonazo en todo el corazón, pero que ya lo había ido preparando, siendo un estratega, un jodido chulito de playa, valdándome a sorbitos de tu entrepierna. Me he consumido, me he desgastado, has hecho que las noches cálidas de agosto se conviertan en malditos amaneceres de febrero.

Ahora decido probar suerte, quiero ver el bosque a través de los árboles, hacer 300 noches con sus respectivos 300 besitos de buenas noches, tirarme a la tempestad, porque siempre llega después la calma y allí me quedaré dormido, colmado de pasión, debajo de tu edredón.

Pero me paro a pensar, te digo adiós pero, ¿te sigo queriendo?, quizás no consiga olvidarte o a lo mejor nunca te he querido, ni tú a mi tampoco o nos queríamos demasiado. De momento en mi retina queda tu sonrisa desnuda, tus pechos entre mis dedos pero tu te has quedado con mi sueño, mi sueño mercenario de que aunque te diga adiós para siempre, en mi conciencia siempre quedará tu recuerdo mudo, expectante.

Sí, mi boca ha vuelto al mercado, mis abrazos vuelven a tener precio, pero que no se compran con dinero, tienen el precio del respeto, el aprecio, el cariño, en conclusión, del amor.

Ñeeec, Ñeeec, ¿qué es lo que resuena ahora, son los muelles de mi corazón que vuelve a palpitar respirando pasión?

No hay comentarios:

Publicar un comentario