lunes, 20 de diciembre de 2010

Shhh, shhh.... silencio de biblioteca, silencio, el lenguaje de los sentimientos, el que es capaz de transmitir cosas muchos más profundas y más bonitas que cualquier palabra.

Todos nos hemos tumbado alguna vez en una verde campiña mirando las nubes, solos aunque con el silencio cantándonos al oído la más dulce canción de amor cantada, cualquier poema todavía no escrito. Todos hemos estado alguna vez con los pies en el río, notando que el agua está fría, helada, pero aquí el silencio también te acompaña animándote a chapotear un rato, enseñándoles a las hojas su lenguaje y haciendo soplar con fuerza el viento para que juntos conecten en esas tan armónicas notas.

Silencio también cuando ando descalzo hacia tu habitación, pisando el parqué medio destartalado, con miedo de que no estés en ese momento en ella, pero el silencio me anima a probar suerte, a darle rienda suelta a la pasión. Aquí también el silencio te enseña todo, pero a la vez nada si no tienes el valor de lanzarte a sus brazos, de corretear desnudo por toda una pradera nevada, a quemarte con la vela que ardía en tu primer cumpleaños, a chocar la mano a cualquiera que no esté bien, a tirarte de cabeza en piscinas de esas que hinchabas a soplidos hasta que te lloraban los ojos, a organizar una fiesta para un pueblo entero en un bar de 40 metros cuadrados, ir a donde dicen que suena la canción, donde dices que solo te quedas, que aunque parezca triste, que aunque quieras que el olvido se lleve ese momento, el silencio hace que cada momento sea único, dando importancia a que cuando abra la puerta de tu habitación me estés sonriendo desde tu escritorio, a que me abraces, a que me comas a besos.

Y justo en ese preciso momento, cuando mis labios rozan los tuyos, justo ahí, has comprendido al silencio, ha llegado el momento adecuado, se ha cerrado el círculo. Shh, shh...

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