viernes, 17 de diciembre de 2010

Pipipipiiii,Pipipipii... 7 a.m, corre, atenta, despierta, que la mañana ya nos está punzando en la nuca, corre, atenta, levanta que el mundo se mueve otra vez y nos vuelve a tocar ir a remolque.

Remolque otoñal que han hecho que las pocas hojas que habían crecido durante esa primaveral primavera, que hasta esta mañana estaban pendiendo de su fino tallo en las arterias de mi corazón, hayan caído. Ahora reposan en el suelo, devoradas por los más severos cañonazos de tus dudas, las dudas de un bañista que no sabe si entrar en busca del horizonte cuando la bandera roja es la que ondea entre sus cerrojos...

Un otoño tras otro, estas hojas rasgan mis tejidos, estableciendo profundas cicatrices dignas de cualquier novela fantástica, llenas de tu resina, sabia de tu cabellera. Malditas cicatrices que me han llevado a recordar a tus respiraciones aceleradas acompasadas simulando un auténtico orgasmo musical. No quise ver más allá de tu falda, otro otoño más, me quede mirando como se despeinaban sus pliegues, que por aquel entonces formaban ya los zurrones de tus piernas, que yo quería colgar a mi hombro y que fueses mi amazona para llevarme en busca de la esa luz efímera del final del túnel, pero que, aunque la busques, no existe.

¿Quieres café? Estaba dispuesto a dártelo todo hecho, a encallar entre tus pechos, a teñir tu bañera con leche cleopátrica, todo para escapar de la cama mientras tus carantoñas hipócritas arrasaban las cunetas de mi corazón que el otoño seguía desolando.

Otra vez me toca quedar perdido en el culo de un vaso vacio, descalabrando mi mundo cada vez que me meto tu vida, destrozando cada una de las poquitas raspas de pescado que quedaban dentro de mi, y que ya ni el betún les podría devolver su piel, su auténtico color, tu auténtico besuqueo que ya que jamás me entregaste y que como guitarra tocando el mejor solo de rock & roll, supuraste cada uno de mis poros, luchando contra los tallos que de verdad crecían en mi y que te encargaste de quemar, no con un mechero, sabías que eso no iba contigo, los quemabas a través de una lupa a la que atravesaban los rayos de sol para así mientras los quemabas ibas viendo con un minucioso detalle como los ibas jodiendo.

Pipipipiiiii, pipipipiiiii, se te están pegando las sábanas, corre, son las 7.01 a.m, sé rápida para que no me entere cuando te marchas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario