lunes, 10 de enero de 2011

Plash, Plash, estoy acostumbrado a cosas en pequeña escala, a ser un personaje de cómic, a bucear en bañeras, tocarme nadar siempre en riachuelos. Así son las cosas, es lo que pasa cuando eres un tipo como todos los demás, aquel al que nadie mira cuando subes al autobús. Pero todo cambia cuando conoces a una persona como tú, que no es favorita en ninguna quiniela, cuando te conozco en algún encuentro lleno de personas como nosotros.

Días fantásticos, multiplicando por cualquier número infinito mi felicidad, a besarnos en habitaciones compartidas, en pleno verano, donde nunca llega el sueño cuando compartimos esas estrechas camas. Eras la princesa que yo deseaba.

Pero esas semanas se acabaron, sin embargo nos prometimos que los inviernos no iban a pasar por nosotros, que nunca íbamos a ser extraños y sobre todo que nuestros besos no lleguen nunca en momentos equivocados, que no podíamos cerrar este círculo. Por contra había problemas: ¿y si olvidabas mis abrazos?
¿Era ésto saltar al vacío? Aunque si no lo hacía probablemente siempre iba a estar retumbando en mi memoria tu ausencia y ésta decisión.

Nos separamos, se abrieron los caminos. Yo aquí, tú a 1700 km. Tu recuerdo era lo único que me mantenía con ganas de despertarme cada mañana, porque era muy jodido querer, amar y desear a alguien y no poderla hacer tuya. Tenía que encontrarte, para conseguir que me volvieses a decir otra vez esas palabras que tanto me gustan cuando salen de tus labios. Sé que he hecho bien, si hubiese seguido con el plan establecido habría perdido mis alas para volar hacia la felicidad, el billete hacia Villa Sonrisas.

Ir viéndonos cada cierto tiempo, hace que todo lo malo cambie a ser bueno. 18 rosas echadas sobre tu cama en lugar de doce uvas. 18 borracheras contigo, 18 corazones bombas, 18 castillos de arena, 13140 horas contigo, 18 duchas de agua helada para recordar tus 18 besos.

Plash, plash, cuando ya andan las ovejitas en mi mente, me pongo el pijama, escondo mis alas en el cajón para no marcharme a verte a mitad de la noche, y lo más importante, mando un besito a tu foto que tengo colgada en el techo para que seas la última persona que vea cuando me duerma y la primera cuando me levante. Me muero de ganas de volver a verte, pirarme contigo a esperar sentados que nos salgan las canas. Cierro los ojos, caigo rendido otro día mas, pero: Tranquila mi niña, sabes que aguantaremos el calor, y que ese sol que hace pasar los días será el que veamos abrazados cada atardecer desnudos desde cualquier lugar de la Toscana. Prometido

No hay comentarios:

Publicar un comentario