sábado, 1 de enero de 2011

Clón, Clón, Clón, doce campanadas, doce toques musicales en los que todos estamos atentos a seguir escuchando el siguiente y a meternos bien la uva en la boca y no atragantarnos.

Pero, ¿y después? Comienza un nuevo año, 365 días que nos van a deparar nuevas sorpresas, nuevas sonrisas, nuevas lágrimas, nuevas personas, viejos amigos que nunca caducan y una serie de puntos suspensivos en los que no tienes ni puta idea de lo que pasará.

Doce campanadas, dicen los supersticiosos que tienes que pedir un deseo y que no lo tienes que contar, ya que si lo haces, todo se va al carajo. Y yo a cada instante entre badajo y badajo pensaba en que deseo iba a pedir para este 2011. Cuando no sabía si la postura que iba a adoptar para este año iba a ser la de capullo, egoísta, niño bueno o qué, noto la vibración del móvil en el bolsillo, malditos sms navideños, me han echo atragantarme, casi no cumplo las 12 uvas. Pero le doy una tregua, cojo una decimotercera uva, para que cuando me la coma pida el deseo. Sólo el sms puede inferir en mi decisión.

Abro el mensaje, tú me lo has mandado, pero ¡está en blanco! y yo entonces acabo de decidir el deseo, te envio otro sms en blanco, pero está sin escribir porque quiero ir escribiéndolo a lo largo del año con todo lo que vayamos viviendo los dos juntos.

Maldita resaca no paro de oir ese, clón, clón constante que me está percutiendo. Pero es un buen signo que lo oigas, estás vivito y coleando y tienes a alguien que es tu reloj.

Clón, clón...

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